No todos los colores responden igual ante el sol y el calor, la degradación del calor depende de la longitud de onda de luz que absorban según la tonalidad. Y al igual que la cantidad de calor que absorba el coche depende del tono de la carrocería, también lo hace el estado de la pintura del coche.
El negro no es el color que más se deteriora al sol, aunque un coche negro tiende a calentarse mucho más rápido que uno blanco si lo dejamos aparcado al sol. Los tonos más neutros como el beige o el marfil tienden a aguantar mejor durante más tiempo. Y, además, en acabado metalizado tienden a aguantar mucho mejor la exposición al sol, aunque es posible que con el tiempo la carrocería pierda brillo y sea necesario pulirla para que quede como nueva. Aunque el negro y el blanco soportan mejor que otros tonos el calor, es posible que pierdan fuerza y se transformen en grises o amarillentos.
Y los colores que peor soportan el sol y que más sufrirán una pérdida de tonalidad si la exposición a la luz es prolongada son los rojos, los amarillos y los anaranjados y más concretamente el rojo. La razón es que el rojo absorbe una longitud de onda de la luz mucho más energéticas que otros tonos, por lo que la degradación de los enlaces moleculares de la pintura sea mucho más rápida, explican. Si nuestro coche es rojo y no tenemos cuidado a la hora de aparcarlo, dejándolo al sol durante largos periodos, con poco tiempo la carrocería acabará perdiendo brillo y se tornará rosácea.